Cada día me sorprendo más no solo por la cantidad de recursos tecnológicos que existen para realizar innumerables cosas; sino por la disposición y el fácil acceso que tenemos a ellos. Sin embargo, muchos le dan un uso inadecuado y contrario con el objetivo con el que fueron creados.
Los estudiantes de esta generación han sido sumamente privilegiados con los recursos que la revolución informática ha puesto en sus manos. Con el computador y la internet- por mencionar los más utilizados- se ha facilitado y hasta vuelto más divertida la forma de enseñar y aprender.
No obstante, los seres humanos, en especial el estudiante promedio, se han despojado en gran parte de ese rol que los caracterizaba y ha tergiversado la función de estas herramientas de ayuda.
De ayudas didácticas ya les queda solo el nombre, puesto que las han transformado en herramientas que reemplazan la capacidad para pensar, analizar, criticar y aprender. El “ahorro cognitivo” su principal estandarte nos pone de manifiesto la clase de profesionales que se están formando y es claro que no se trata de los docentes, ni del sistema educativo, tampoco del ingenio de la tecnología, eso es el producto del nuevo rol por el que han optado.